Comentario
La doctrina militar soviética postulaba la probabilidad de una nueva guerra mundial, larga y dura, en la que seguramente la Unión Soviética tendría que vérselas contra una coalición de países imperialistas. Se suponía además que los combates se desarrollarían en territorio enemigo. Con la llegada de Hitler al poder, pensó el Kremlin que la guerra con Alemania sería inevitable, de ahí la política de apaciguamiento y pactos de amistad con el dictador nazi, a fin de ganar tiempo y desarrollar la industria militar. Lo que nunca pensó Stalin es que Hitler atacaría por sorpresa en junio de 1941.
No faltaron, sin embargo, militares de prestigio que anunciaron, ya a partir de 1936, que los alemanes atacarían por sorpresa a la URSS. El mariscal M. N. Tukhatchevski, extraordinario soldado y sagaz teórico, manifestó en la segunda sesión del Comité central ejecutivo de la URSS que Alemania se preparaba para ello. Las advertencias del veterano mariscal no sólo no fueron tomadas en consideración, sino que sería la primera víctima de las purgas que diezmaron los mandos del Ejército Rojo.
La represión alcanzó igualmente a muchos oficiales que se encontraban en España durante la guerra civil apoyando a los ejércitos republicanos. El general Gorev, comandante de tanquistas y al que dos días antes el presidente de la Unión Soviética Kalinin había condecorado con la Orden de Lenin en una ceremonia especial celebrada en el Kremlin, fue detenido y ejecutado sin juicio previo.
Al estallar la guerra, sólo un 7 por 100 de los oficiales poseían un diploma de estudios militares superiores y un 37 por 100 no habían terminado los estudios militares secundarios. Y en el verano de 1941 aproximadamente un 75 por 100 de los oficiales y un 70 por 100 de los comisarios políticos desempeñaban sus funciones sólo desde hacía un año, escribe el historiador soviético Alexander Nekritch, especialista en temas militares.